María Eugenia

Miro Tinelli desde que empezó con el tema del baile.  En los 90s no lo miré y en mi caso no fue una decisión progresista de parte de mis padres. Fue una cuestión de plata. Así fue que cuando mis compañeras me daban la mano y decían “0sooooo” no entendía nada y seguía caminando o en todo caso, si estaba de mal humor -¿quién va de buen humor al colegio?- preguntaba “estúpida ¿que te pasa?”.  Así que esa parte de la historia un poco me la perdí.

El tema del baile en Showmatch, antes conocido como Ritmo de la Noche, empezó con timidez. Fueron las últimas cuatro ediciones las que vi completas. Y fueron en las últimas dos, donde la calidad, el talento en realidad, le empezó a torcer la mano al escándalo o al menos a darle pelea. Como todo aquello que es justo lleva las de perder, pero como todo aquello que es bello finalmente se impone.

Hay un  pensamiento general, que es banal, que dicta que la gente que ve a Tinelli es estúpida y no piensa. Hay una cuestión de clase que atraviesa ese pensamiento y con las herramientas que tengo intento pensarla. Tímidamente, con el mismo hilo de voz con el cual digo que veo Showmatch. Porque en mi caso veo Showmatch por gusto y sin defensa.

No estoy embarcada en una tesis sobre el consumo popular y tampoco estoy preparando un libro sobre el poder mediático de Marcelo Tinelli y menos que menos estoy por tomarme un avión para disertar en una mesa redonda sobre “Showmatch y género: misoginia y televisión”. No lo veo tampoco irónicamente y cuando me río frente a las gracias ajenas, las involuntarias y las buscadas, lo hago de verdad. Cuando admiro la destreza también ahí hay una verdad. Y cuando algo en el marco del show me molesta, también me molesta de verdad. Pero al final creo que es fantasía y si bien no es inocente, tampoco creo que sea la fuente de todos nuestros males.

Parece que basta afirmar con que no se consume Tinelli para asumirse inteligente o culto y dotado de buen gusto, e incluso, cierto charme. No es así, es más difícil que eso. Pero formarse intelectualmente implica mucho trabajo, tiempo y voluntad, y parece bastar con afirmar que no se consume el programa líder de Canal 13, con el minuto más caro de la televisión argentina, para reafirmar lo que probablemente no se es.

Ayer me mandaron una foto de Tinelli con un libro que se tiraba de un estante, la leyenda rezaba: Cada vez que mirás a Tinelli se suicida un libro. No es que quiera presumir pero tengo casi mil libros que se deben estar suicidando constantemente. Y tengo también una soledad histórica a la hora de hablar de libros. Esa soledad a veces se hizo tan grande que sentada en el último grupo del taller literario al que asistí, en el cual dure un mes hasta que me pidieron por motivos nunca develados la retirada, nadie leía. O leía poco. O no quería leer conmigo. O justo, justo que justo, no habían leído esto. Aquello tampoco. Lo otro menos. ¿Qué libros se suicidan? ¿Quién lee? ¿Cuanto lee? ¿Quiénes deben leer? ¿Por qué?

Leer en si mismo no es un valor, no hace ni siquiera mejor a la persona. Escribir aún menos. Leer es una elección y si me preguntan lo recomiendo, está muy bien leer. Sobre todo para los que no podemos viajar asiduamente y ver otros mundos. Pero no te hace mejor. Todas estas vueltas para decir, permitiéndome dudar, que leer y escribir no están en riesgo por Tinelli. Ni los libros, ni leer van a estar en riesgo jamás.

Lo que está en riesgo es el ego ajeno dividido en dos partes. Por un lado, las elites que no aceptan que dentro del combo Tinelli hay calidad y en cantidad. Y por otro lado, algo mucho más penoso, aquellos que se ven expuestos por Tinelli. No leen todo lo que dicen leer , no van al cine todo lo que debería ir, no tienen curiosidad alguna por ningún tipo de cultura que no les sea funcional a sus intereses y tampoco son sensibles al arte por fuera de su endogamia y claro esta tampoco son afectados por la sensibilidad ajena, por los sentimientos.  Pero lo que ven como cutre les da asco, su posición es reactiva frente a la elección de gente que ven como bruta. Como si todos nosotros no estuviéramos en algún punto dotados de brutalidad o al menos, por utilizar una palabra más suave, de desconocimiento sobre múltiples saberes.

Soy feminista y creo que las mujeres deben hacer con su cuerpo lo que quieran. Incluso en el marco de Showmatch. Nunca me dio miedo ser feminista porque tengo bien en claro mis privilegios de clase, porque al final la discusión que evitamos siempre es esa. La clase social muchas veces antecede al problemática de género o es bastardeada cuando se escuchan eslógans profundamente desagradables como “Las mujeres pobres se mueren en un aborto y las ricas no”.

Esa frase leída y escuchada en muchas mujeres es de una perversidad escandalosa. Quien pueda pagarse un buen aborto,  porque es rica o porque junto centavo por centavo a como dé lugar, va a hacerlo. Está en riesgo su vida y va a dar pelea por conseguir, en la clandestinidad como si fuera poco, el mejor tratamiento posible. Culpar a la rica, que no siempre es rica, por hacerse un aborto bueno, como si eso existiera en el marco de la ilegalidad, y santificar una pobre como si fuera a ofrendar su vida  para ser funcional al eslógan es, como el uso del misoprostol, desviar la mirada sobre los verdaderos culpables.

Tratar a Tinelli como si fuera el inventor del machismo, la misoginia y del patriarcado también lo es. Tratar de prostitutas a las mujeres que bailan en Showmatach también lo es.  ¿Acaso alguien se atrevería a tratar de estúpida y prostituta a Kathleen Hanna, alma mater del movimiento riot girrl, por haber elegido trabajar como pole dancer antes de seguir en Starbucks? ¿Son las radical cheerleaders pobres idiotas que no saben lo que hacen? ¿Es Lena Dunham desnuda una y otra vez, en uno de los shows más terriblemente huecos que diera HBO, la abanderada del cuerpo desnudo en cada capítulo de GIRLS? ¿Beatriz Preciado puede experimentar con su cuerpo pero una vedette de la revista argentina no puede hacerlo? ¿Es un acto de inteligencia firmar una teta siliconada en facebook contra el cáncer de mama pero es degradante verla en el baile del caño?

No son preguntas retóricas, son preguntas. Y bien nos haría contestarlas o pensarlas para lograr alguna vez lo que creo (casi) todas queremos: no ser penalizas por nuestras elecciones. Total libertad.

Pero este año hay algo que me interesa especialmente del certamen y tiene nombre propio: María Eugenia Ritó.

Este año vuelve a las pistas del bailando María Eugenia Ritó a quien admiro profundamente. Nacida en el barrio de Flores, formada como bailarina clásica, primera vedette de la calle Corrientes es María Eugenia, un fuego. Dotada de carisma, nutrida de fuerza a mi su figura siempre me resultó conmovedora. Quizás porque me identifico, peleadora, criada en el oeste, prácticamente sin familia, nadie le regaló nada.

Ritó tiene una nutrida trayectoria construida a base de talento y también, sería mentiroso negarlo, a base de escándalos. Pero Maria Eugenia Rito tiene cintura mediática y a todo se sobrepuso o a todo parecía sobreponerse. Pero como toda fuerza que parece contundente e inquebrantable un día se quebró.  Aislada por su marido de su trabajo, aislada por su marido de ella misma, se dedicó a privarse antes que nada a sí misma de su talento y se entregó a todo tipo de drogas siendo la cocaína, en sus palabras, la que le quitó el alma.

Como toda vida mediática antes de su internación voluntaria para tratarse por su adicción a las drogas, confesó haber ejercido la prostitución. Es -hasta ahora- la única mujer en el ambiente que develó lo que siempre se mantiene en secreto. Dijo haberlo hecho por necesidad y yo le creo. Decido creerle. En un contexto en donde la palabra de la mujer siempre es puesta en duda yo le creo. Y le digo, sabiendo que seguramente no va a leer esto, que no necesita excusarse ni explicarse.

Pero no estaría mal agradecerle su valentía y no sólo por sus confesiones, que poco importa sean sórdidas, también por otro detalle que parece pasarse por alto y no lo es. A María Eugenia Ritó le rompieron el corazón y en ese acto la dejaron sola juntando los pedazos, en ese duelo no tuvo la compañía que necesitaba y su dolor, transparente como su chispeante carácter, se dejó ver cuando se le humedecían los ojos al contar que pasó las fiestas sola.

Cuando se tiene poca familia y se pierden tempranamente los padres es mucho lo que se pone en el amor de pareja porque es la esperanza de la nueva familia. Yo lo sé, vaya si lo sé.  Y en un mundo donde cada vez parece haber menos lugar para la figura del enamorado, hay aún menos lugar para los corazones rotos.  Y es históricamente aún más minoritario el espacio para que las mujeres den rienda suelta a todo su dolor que no es más que una verdad conmovedoramente profunda.

Por haber expuesto eso también hay que abrazarla, desearle lo mejor en el certamen, auspiciarle prontamente un nuevo amor y una sana recuperación. En un acto mediático, pero sin dudas orgánico,  María Eugenia Ritó expuso algo que necesita muchísima más reflexión que este texto. Y es el comportamiento de muchos hombres frente a las separaciones. La soledad que transitó esta bomba rubia de 1.60 fue, es y será la soledad de todas.  En ese sentido mi feminismo es línea #MariaEugeniaRito. Yo voy donde el corazón está y aún más si está roto.

<3

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