Diario del Bafici #1: robo de proyectores y tortas pornográficas

BAFICI día uno: se afanaron el proyector.  Mientras pienso que me podría haber quedado trabajando en #YaNoHablamos, emprendo mi camino rumbo a la boletería para cambiar las entradas. La pobre piba que estaba en la parte de organización tenía la orden de llamar al afano “desperfecto técnico”.

No me parece ni bien ni mal pero es medio difícil de sostener el tema del desperfecto técnico si cae la cana a hacer un peritaje. Igual a mí no me sorprendería que en este país la policía tenga un curro extra arreglando proyectores, expertos como son en inventar caja.  En la fila me encuentro a mi amiga Marina y decido cambiar mi entrada para el mismo día y compartir función con ella. Como es en el Recoleta vamos a tomar el 102 y presenciamos una pelea altamente erótica de una señora en los sesentas contra un señor levemente mayor. A mí me dieron enamorados pero yo veo amor en todos lados. Pero a Marina también le dieron enamorados así que empezó a cantar esa pieza fantástica compuesta por Roberto Galan ♫ ♫ ♪ Nací para ti ♫ ♫ ♪ Aquí me tieeeeenes ♫ ♫ ♪. A todo esto, la pelea no aflojaba y ella le termina diciendo a él:

-¿Sabe a quién se parece usted?

-No, dígame.

-SE PARECE A ANÍBAL FERNÁNDEZ.

-No diga.

– USTED ES EL PEOR.

Yo la verdad no veía ese nivel de proyecto de amor con sexo indudablemente salvaje en mucho tiempo, pero parece que no prosperó. Ella muy terca, él muy gracioso.  Me hicieron acordar a Morning Glory de Roger Michell. Finalmente llegamos a Recoleta y nos fuimos a comer algo. Yo pensaba “me pido algo tranquila, ya que hoy no voy a nadar”. Me enfrenté a esto:

tortaesmifiesta

Por si no se ve bien esa torta tenía TRES PISOS y contenía MEDIA DOCENA DE OREOS y una cobertura de LECHE CONDENSADA HELADA. La ví y pensé “Y NO ESTÁ JAVIERA“. Tazón de café con leche para ayudar, entendí lo que es estar mareada por el azúcar. Esa torta era nuestro Everest y nos venció. En un momento  miraba hacía la calle rogando que apareciera algún conocido para sentarlo a comer, porque a mí no me gusta desperdiciar. Qué quieren, yo en los noventa salía con un billete de 5 mangos y cuatro monedas de 25 centavos, rata jamás, pero yo no te tiro nada. Cuestión que ni entendí cuando llego la cuenta y tampoco tuve claro cómo me las arregle para llegar a la butaca del cine a mirar algo que ni sabía que era “El Rostro” de Gustavo Fontán, de quién no había visto absolutamente nada.

Me encantó, encontré en Gustavo Fontán un compromiso con el cine y con la belleza de las imágenes que parecen ser antes que nada líricas y después narrativas. Me hizo acordar cuando tuve que estudiar y trabajar sobre la filmografía de Prelorán aunque la comparación no es del todo exacta. La trama es simple, un hombre navega por el  Paraná y entabla una relación de un carácter inclasificable con quienes se encuentra: una mujer, dos pescadores, un grupo de perros, un grupo de niños.  No hay diálogos pero pasa de todo.

Este cine me pareció el antídoto perfecto para un cine como el de Juan Villegas, mumblecore tercermundista, en donde la gente habla, habla, habla y no dice nada. O si dice, dice su neurosis vacía que yo ya considero tan sólo puro daño. Ese tipo de cine que queda atrapado en un guión, Apatow otro ejemplo, a mí me termina agotando. Soy espectadora, no crítica. Hablo desde lo que me da o no placer . Al cine voy a disfrutar y ciertamente encontré un grato placer en un cine que me era desconocido. Los planos finales son la definición exacta de belleza perturbadora y, la naturaleza que rodea El Rostro, parece aliarse con su equipo de trabajo para que todo salga bien.  Al finalizar la pregunta, Fontán se presto al diálogo con todo su equipo de manera muy amable y con grata predisposición. Yo quería preguntarle si alguna vez había pensando en filmar una película de terror pero no me animé. Es que me agarra una timidez cuando se trata del arte.

A la salida ya no me sentía mareada por el efecto azúcar, pero sí muy cansada. Esperé que vinieran a buscar a Marina y me quedé charlando con Diego Lerer. Lo vi muy lindo, muy bien. Le tengo mucho cariño y es raro porque la realidad es que no lo veo nunca. Le pedí que me recomendara algo y me fui caminando por Las Heras.

Debo reconocer que esquive a un pibe que me invitó a salir porque tengo un miedo con eso. Es que estoy contenta conmigo, virtud que creo se acentúa en los hijos únicos, que aprendemos a divertirnos con nosotros mismos desde que la vida es vida.  Tuve suerte y al llegar a la parada del 128 ahí estaba el colectivo. A mí esas cosas ya me ponen re contenta, pienso que alguien las digitó para mí, otro pensamiento muy típico de hijo único.

Mañana voy a ver Bunny & the Bull y Basket Case con Sebastián, que se va a reír de que me tapo la cara, me asusto. Soy re miedosa ¿no se nota? En el medio seguro termino un libro que estoy releyendo “Suave es la Noche” de Fitzgerald, que me da pie para terminar estas anotaciones con un párrafo.

“Piensa en cuánto me quieres. No te voy a pedir que me quieras siempre como ahora, pero sí te pido que lo recuerdes. Pase lo que pase siempre quedará en mí algo de lo que soy esta noche”

<3

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