Ellas se embarazaron y decidieron abortar

La verdad es que cuando la mujer que escribió su testimonio sobre el aborto me habló de publicarlo, tuve mis dudas. No porque pensara que es un tema del que no se deba hablar o por miedo a contar una historia que está calificada como algo ilegal. Tuve dudas por la respuesta que pudiera recibir esto. Por los comentarios que fueran publicados después del texto y que pudieran dañarla a ella.

Se lo dije. No pensé que iba a ser compartido casi 10 mil veces, ni que habrían 500 comentarios, pero sí que, obviamente, muchas de las respuestas la iban a hacer sentir mal, que la iban a ofender y que algunos iban a ser fuertes de leer. Aún así decidió publicarlo y sí, muchas de las reacciones fueron violentas, ofensivas e incluso muchos no le creyeron por haber quedado embarazada tomando precauciones y otros argumentos muy idiotas.

Lo importante es que también hubo muchas que valoraron su testimonio.

Pero si hoy deseo escribir esto, no es tanto por los comentarios que recibimos de forma pública en el sitio o en nuestras redes. Si hoy les escribo sobre el tema es por la cantidad sorpresiva y abrumadora de mensajes privados que llegaron a nuestra bandeja de entrada. Algunos escritos a través de cuentas de Facebook sin nombres, otros a partir de correos de amigos fieles, que prestaron su cuenta para mantener anónimo el nombre de esas mujeres.

Hasta ahora van casi cincuenta. Los he respondido yo directamente, pero dando siempre la opción de que ellas puedan comunicarse con la autora de la historia que publicamos. Algunas sí desean escribirle a ella, mientras que otras sólo desean agradecer.

En absolutamente todos los mensajes que recibimos el sentimiento es el mismo y se los quiero contar porque para mí ha sido muy fuerte leerlas a todas. En todos estos testimonios privados, hay una frase que se repite casi con las mismas palabras: “leer ese texto me ayudó a sentirme menos sola. Me pasó exactamente lo mismo y ella explicó paso a paso lo que fui sintiendo en todo el proceso”.

Y la verdad es que me hicieron llorar mucho, sobre todo de impotencia. Por no saber cómo ayudar a que se sintieran mejor con una decisión que creo que es suya, que no es fácil y que van a llevar con ellas siempre.

Si les escribo esto hoy es porque en privado, estamos haciendo lo posible. Pero a nivel público, es necesario que todas hagamos algo. Hayas abortado o no. Siempre he pensado que la legalización del aborto es una de las políticas más sanas que puede existir en un país. Nadie quiere abortar porque sí. Sin una ley de aborto libre, de la mano con educación sexual de verdad, estamos criando mujeres dañadas y, por lo tanto, estamos dejando que se establezcan relaciones dolorosas entre parejas, entre familias y a todo nivel.

Una mujer dañada tiene relaciones de pareja dañadas. Una mujer dañada estropea la relación con su familia, con sus colegas, con sus pares. El aborto ilegal daña a las mujeres porque las hace sufrir solas, sin ningún apoyo, no por querer dar término a un embarazo no deseado. El aborto ilegal crea mujeres sumamente inseguras -a pesar de su fortaleza para tomar una decisión como esta- porque llega un momento en que se cuestionan por qué tienen que sobrellevar esa soledad asquerosa, sufrir calladas y no poder confiar en nadie.

Siempre he pensado que uno de los grandes problemas de la sociedad chilena es que piensa en el bienestar cortoplacista. No legalizar el aborto es tapar el sol con un dedo, es dañar a nuestras mujeres y, finalmente, a una sociedad completa. Tengo 25 años y podría caracterizar los daños que han sufrido por lo menos cuatro generaciones antes de nosotros. Sé que cuando tenga hijos, ellos también van a sufrir de forma inevitable pero, si hay algo a lo que me voy a oponer siempre, es a que crezcan sin la libertad de decidir lo que es mejor para su vida, sin pisotear al resto, ya sea con sus ideas o actos. Yo no quiero esto para ninguno de los que vendrán a vivir acá. Yo quiero que decidan. Y que si deben sufrir, al menos puedan hacerlo con una red de apoyo, que los oriente y los proteja.

Sólo puedo agradecer a todas las que nos escribieron. Primero, dar gracias por su confianza y por haber explicado con tantos detalles lo que tuvieron que pasar, cada vez me queda más claro que no es fácil. Y además, agradecerles porque ustedes también nos han hecho sentir menos solas en el mundo,  porque con esa fuerza que han demostrado cada una de sus palabras, sé que lo que hagamos -ya sea de forma privada o pública- jamás va a ser en vano. Por ustedes, por nosotras y por las que vienen. En serio, gracias.

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